PIEL SENSIBLE; PIEL REACTIVA
Cuántas veces escuchamos en nuestro trabajo: “¡Es que tengo la piel muy sensible!”.
Y eso sólo es cierto en algunos casos.
Hoy vamos a intentar explicar cómo distinguir una piel sensible de una piel reactiva.
Comenzamos por la definición de la sensibilidad: “Es la capacidad de percibir cambios tanto internos como externos, a través de órganos sensoriales como la piel”.
Casi nada… ¿no os parece?
El caso es que la piel es el órgano más grande y con más terminaciones sensoriales que tiene nuestro cuerpo, y, tal y como viene reflejado en la definición del diccionario, percibe tanto los estímulos internos como los externos.
Resumiendo, que expresa todo lo que nos pasa por dentro, influye desde el interior (alimentación, emociones, hormonas…) y desde el exterior (viento, frío, calor, radiaciones electromagnéticas, cambios de clima, etc…).
Esto es semejante tanto para las pieles sensibles como para las reactivas, pero los tratamientos son muy diversos, por eso hay que distinguir unas de otras.
Piel sensible
Es un tipo de piel que por sus características es más fina, con lo cual los receptores nerviosos están más a “flor de piel”. Además casi siempre es alípica, o sea, con muy poca grasa, y su hidratación y elasticidad también están disminuidas.
Muy a menudo estas pieles, por ser tan finas, presentan también rojeces o cuperosis, ya que los vasos sanguíneos se transparentan y, como no tienen mucha elasticidad, muchas veces se rompen, formando venitas o telangiectasias.
Esto se puede agravar llegando a la inflamación/infección. En este caso ya hablaríamos de Rosácea, una patología que en algunos casos requiere el uso de antibióticos.
Una peculiaridad de estos tipos de piel es que además les cuesta aceptar productos activos. Por explicarlo de alguna manera, es como si alguien que tiene un estómago pequeño hiciera una comilona. Está claro que no le sentaría bien. Pues a estas pieles igual: hay que darles nutrientes de continuo, pero en pequeñas dosis.
Es mejor utilizar cosmética hipoalergénica que tenga propiedades humectantes emolientes y protectoras de los vasos sanguíneos, antioxidantes y nutritivas. Estas pieles necesitarán un mantenimiento exhaustivo en casa y también tratamientos de cabina, para adaptarse mejor a los cambios de estación.
Pieles reactivas
Como su nombre indica, es un tipo de piel que reacciona excesivamente y de forma negativa ante cualquier estímulo, sean factores externos climáticos, sean cosméticos, e incluso sean alimentos o estados emocionales.
Esta característica se puede dar en cualquier tipo de pieles, tanto grasas, secas, sensibles… no importa. Tiene más relación con el sistema inmune y el sistema nervioso cutáneo, que con el tipo de piel en sí.
También se caracterizan por la temporalidad: no reaccionan igual todo el año, van como a temporadas; a veces la reacción va asociada a los cambios de estación (la piel se altera más en primavera) o a los estados emocionales (se altera ante un disgusto), y también influye mucho la alimentación y/o el descanso.
Son pieles a tratar con sumo cuidado. Hay que aportarles sustancias oxigenantes, calmantes e hidratantes, además de activos para mejorar el sistema inmune, como vitaminas del grupo B, coenzima Q10 y otra serie de neuropéptidos que mejoran la respuesta inmunitaria.
Una característica semejante para estos dos tipos de pieles sería la necesidad de cambiar de cosmético, ya que de alguna forma, si no les vamos dando distintos tipos de nutrientes secuencialmente, acaban debilitadas. La protección solar es innegociable todo el año.
Para acertar, podemos hacer el clásico ensayo/error, e ir probando, o testar los productos cosméticos con Kinesiología, que nos ayuda a seleccionar el cosmético idóneo para cada momento.
Si quieres saber más sobre tu piel o tienes dudas, no dudes en pedir tu cita de diagnóstico.
WhatsApp: 695 70 09 21
Cuídate, quiérete y… ¡No te dejes para después!
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